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Une kermesse pour les enfants et femmes vulnerable de Caritas

Ce week-end de la Pentecôte – 7 et 8 juin – la paroisse de San Leandro, gérée par les Missionnaires Oblats de Marie Immaculée, a organisé un festival missionnaire et une kermesse afin de collecter des fonds pour le travail de la Mission OMI et de Caritas en faveur des femmes et des enfants vulnérables. Le père Mario, omi, originaire de cette paroisse de San Leandro, s’est rendu à Madrid pour parler de la mission et du travail de Caritas en faveur des enfants et des mères vulnérables. Il a présidé et prêché les messes de 11h30 et de 12h30 et a remercié tout le monde pour l’énorme travail accompli dans la paroisse. Le samedi, la paroisse a organisé un festival missionnaire, avec de nombreux spectacles préparés par les jeunes et les enfants de la paroisse. Le dimanche, la paroisse a préparé une paella de solidarité afin de récolter des fonds pour le projet. Le samedi et le dimanche, la paroisse a tenu un marché avec divers produits apportés du Sahara, du Venezuela et d’autres endroits où les Oblats de Marie Immaculée ont des missions. Tout l’argent récolté ira au projet pour les femmes et les enfants vulnérables de la Mission OMI SAHARA et à CARITAS PREFECTURA APOSTOLICA. Encore une fois, au nom de nous tous et de tous ceux et celles qui vont se bénéficier, un GRAND MERCI pour votre soutien et votre amour. Que le Seigneur vous bénisse.

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Testimonios de Caritas : Alejandra González

Este año hemos sido bendecidos en nuestra Caritas con numerosos voluntarios llegados de España, muchos de ellos médicos. A todos queremos darle las gracias. Es el caso de Alejandra, médico, que ha pasado estos días con nosotros. Nos deja aquí su testimonio. ¡Gracias! Mi experiencia en Dajla y en El Aaiún Trabajar como médico en África era una idea que me rondaba por la cabeza desde hace mucho tiempo. No podría decir cuándo fue la primera vez que lo pensé, pero las imágenes de hambre y pobreza nunca me fueron indiferentes. Tal vez, fue como un mensaje subliminal de los anuncios, pero yo sentía que en algún momento quería ayudar a esas personas. La oportunidad llegó como casi todas las cosas importantes que pasan en la vida: de casualidad. Conocí Cáritas Prefectura Apostólica gracias a un compañero. Me explicó el proyecto de ayuda tanto en El Aaiún como en Dajla: prácticamente, en ese instante tomé la decisión de ir yo también, si era posible. Había otra barrera de dificultad para mí: el idioma, puesto que yo no hablaba francés. Sigo sin hablar bien francés. Pero comencé a estudiarlo un mes antes. He pasado siete años de mi vida estudiando medicina: sabía que podía ser útil allí de alguna forma a pesar de las barreras. El primer día fue caótico. En Dajla me explicaron dónde estaba todo, y lo dejaron todo listo. Ese día pasé consulta allí, y más o menos me pude comunicar con los pacientes. No vinieron muchos, por lo que podía tomarme mi tiempo para tratar de adivinar sus necesidades con vocabulario y comprensión limitados. Al día siguiente, seguía perdida. Esa noche viajé a El Aaiún. Llegué lista para comenzar la segunda jornada de consulta. Pero no estuve sola: Afaf, una maravillosa enfermera polivalente marroquí, me ayudó con con todas mis dudas y pasamos la consulta juntas. Después de comer, fue el momento de visitar El Marsa por primera vez: un municipio costero que vive de la industria del pescado. Visitamos a mujeres alojadas en una fábrica con unas condiciones de higiene y sanidad muy pobres. Es chocante comparar la realidad de tu cómoda y espaciosa casa con múltiples habitaciones, para ver cómo allí no hay muebles; duermen sobre colchones en el suelo en el mejor de los casos, con hartos dolores y mucho estrés. Conoces a personas que sacan fuerzas de donde no hay para seguir adelante. Es muy duro ver que lo único que puedes hacer por ellos en esa situación es darles paracetamol para el dolor de espalda, sabiendo que esa no es la solución: como quien usa una tirita para una amputación. Poco a poco fui sintiéndome más cómoda, tanto en la consulta como con el idioma, y ganando cierta confianza para buscar pequeñas soluciones a las numerosas carencias presentadas. En El Aaiún te encuentras con sufrimiento, con resignación, y te das cuenta de que no hace falta saber hablar perfectamente su lengua para entender cómo se sienten. Niños que necesitan cariño. Mujeres con hijos sin trabajo cuyo marido se ha ido con otra mujer, o con otras mujeres. Embarazos no buscados. Niños que viven el rechazo de sus padres. Mucha angustia. Muchos dolores de cabeza y de espalda. Muchos problemas que no se pueden arreglar con pastillas. En El Aaiún intenté aprender a mirar con comprensión. Intenté no juzgar. Y aprendí que cuando das, en realidad recibes. Para terminar el viaje, volví a Dajla, para pasar un día y medio de consulta y visitar a los inmigrantes llegados desde el mar a ese hospital. Al llegar, después de comer, visitamos cinco minutos a los inmigrantes. Lo justo para que mi compañero, que hablaba wolof, pudiera enterarse de que querían café: así que fuimos a buscar café, algunas camisetas y pantalones para que pudieran cambiarse de ropa. Me costó mucho comenzar a hablar con ellos. ¡Qué iba a tener en común yo, una persona que lo he tenido casi todo en esta vida, que siempre he podido hacer lo que he querido, con ellos, que salen en busca de un “algo” porque ahí de donde vienen no tienen nada! Pero, una vez que comienzas a mirarlos a los ojos, las palabras salen solas. Traté de demostrar mi cariño a esos hombres que no habían recibido nada más que la muerte de sus compañeros y amigos durante los últimos días, viendo como tiraban sus cuerpos por la borda, y noté agradecimiento. Un poco de comida y conversación fue lo único que pudimos darles. Sentía su mezcla de alegría de haber llegado a algún punto y tristeza de la partida y de la muerte. Me llevo sus caras conmigo. Y me llevo conmigo muchas ganas para tratar de seguir ayudando a mi alrededor, en la medida que pueda. A veces no puedes hacer nada, a veces puedes hacer un poco, y a veces un poco acaba siendo mucho. Recomendaría a todo el mundo hacer un voluntariado (de hecho, recomendaría este en concreto). El sufrimiento es una realidad, que está en todas partes. Y tal vez acercándote a los lugares más oscuros, aprendes a encontrar un poco de luz. Uno de los mensajes de Jesús es amar al prójimo como a ti mismo. Cáritas quiere llevar este mensaje a la práctica en El Aaiún y Dajla, lugares donde el prójimo está especialmente necesitado de ayuda. Me gustó mucho comprobar cómo Cáritas está abierta para todos. Algunos se imaginan la iglesia como una congregación de unos pocos, cerrada y difícil de entender, pero Cáritas es lo opuesto. En el Aaiún trabajan con otra asociación local de Marruecos: Sakia Al Hamra para las Migraciones y el Desarrollo, que favorece el acercamiento de los más desfavorecidos, y tiene un gran papel integrando a los inmigrantes. Viendo a los demás como lo que son: personas, y demostrando que su ayuda, tratará de llegar a quien más la necesite.

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Témoignages de Caritas : Alejandra González

Cette année, nous avons eu la chance d’accueillir dans notre Caritas de nombreux bénévoles espagnols, dont beaucoup de médecins. Nous tenons à les remercier tous. C’est le cas d’Alejandra, médecin, qui a passé ces jours avec nous. Elle nous laisse ici son témoignage. Merci ! Mon expérience à Dakhla et à Laâyoune Travailler comme médecin en Afrique était une idée qui me trottait dans la tête depuis longtemps. Je ne saurais dire quand j’y ai pensé pour la première fois, mais les images de la faim et de la pauvreté ne m’ont jamais laissé indifférent. Peut-être était-ce un message subliminal des publicités, mais je sentais qu’à un moment donné, je voulais aider ces gens. L’occasion s’est présentée comme presque toutes les choses importantes de la vie : par hasard. C’est un collègue qui m’a fait connaître Caritas Préfecture Apostolique. Il m’a expliqué le projet d’aide à Laâyoune et à Dakhla : pratiquement, à ce moment-là, j’ai décidé d’y aller moi-même, si possible. Il y avait une autre difficulté pour moi : la langue, car je ne parlais pas français. Je ne parle toujours pas bien le français. Mais j’ai commencé à l’étudier un mois plus tôt. J’avais passé sept ans de ma vie à étudier la médecine : je savais que je pourrais y être utile d’une manière ou d’une autre, malgré les obstacles. Le premier jour a été chaotique. À Dakhla, on m’a expliqué où tout se trouvait et on a tout préparé. Ce jour-là, j’ai eu une consultation et j’ai pu plus ou moins communiquer avec les patients. Comme il n’y en avait pas beaucoup, j’ai pu prendre mon temps pour essayer de deviner leurs besoins avec un vocabulaire et une compréhension limités. Le lendemain, j’étais toujours perdue. Ce soir-là, j’ai voyagé jusqu’à Laâyoune. Je suis arrivée prête à entamer la deuxième journée de consultation. Mais je n’étais pas seule:  Afaf, une merveilleuse infirmière polyvalente marocaine, m’a aidée à dissiper tous mes doutes et nous avons passé la consultation ensemble. Après le déjeuner, il était temps de visiter El Marsa pour la première fois : une ville côtière qui vit de l’industrie du poisson. Nous avons rendu visite à des femmes logées dans une usine où les conditions d’hygiène et de salubrité sont très mauvaises. Il est choquant de comparer la réalité de votre maison confortable et spacieuse avec de nombreuses pièces, de voir qu’il n’y a pas de meubles ; ils dorment sur des matelas à même le sol dans le meilleur des cas, avec beaucoup de douleur et beaucoup de stress. Vous rencontrez des personnes qui trouvent la force de continuer. C’est très dur de voir que la seule chose que l’on peut faire pour eux dans cette situation est de leur donner du paracétamol pour leur mal de dos, tout en sachant que ce n’est pas la solution : comme quelqu’un qui utilise un sparadrap pour une amputation. Petit à petit, je me suis sentie plus à l’aise, tant au bureau que dans la langue, et j’ai acquis une certaine confiance pour trouver de petites solutions aux nombreuses lacunes que j’ai rencontrées. À Laâyoune on est confronté à la souffrance, à la résignation, et on se rend compte qu’il n’est pas nécessaire de parler parfaitement leur langue pour comprendre ce qu’ils ressentent. Les enfants qui ont besoin d’affection. Femmes dont les enfants sont sans emploi et dont les maris sont partis avec d’autres femmes, ou avec d’autres femmes. Les grossesses non désirées. Les enfants qui subissent le rejet de leurs parents. Beaucoup d’angoisse.  Beaucoup de maux de tête et de dos. De nombreux problèmes qui ne peuvent être résolus par des pilules. À Laâyoune, j’ai essayé d’apprendre à regarder avec compréhension. J’ai essayé de ne pas juger. Et j’ai appris que lorsqu’on donne, on reçoit. Pour terminer le voyage, je suis retournée à Dakhla, où j’ai passé une journée et demie à consulter et à rendre visite aux migrants qui étaient venus de la mer jusqu’à cet hôpital. Lorsque nous sommes arrivés après le déjeuner, nous avons rendu visite aux migrants pendant cinq minutes. Juste le temps pour mon compagnon de langue wolof de découvrir qu’ils voulaient du café : nous sommes donc allés chercher du café, des T-shirts et des pantalons pour qu’ils puissent se changer.  Mais quand on commence à les regarder dans les yeux, les mots sortent tout seuls. J’ai essayé de montrer mon affection à ces hommes qui n’avaient rien reçu d’autre que la mort de leurs camarades et amis au cours des derniers jours, en regardant leurs corps jetés par-dessus bord, et j’ai remarqué de la reconnaissance. Un peu de nourriture et de conversation, c’est tout ce que nous pouvions leur donner. J’ai ressenti leur mélange de joie d’avoir atteint un certain point et de tristesse du départ et de la mort. J’emporte leurs visages avec moi. Et j’emporte avec moi le désir d’essayer de continuer à aider autour de moi, autant que je le peux. Parfois, on ne peut rien faire, parfois on peut faire un peu, et parfois un peu finit par faire beaucoup. Je recommanderais le volontariat à tout le monde (en fait, je recommanderais celui-ci en particulier). La souffrance est une réalité, elle est partout. Et c’est peut-être en s’approchant des endroits les plus sombres que l’on apprend à trouver la lumière. L’un des messages de Jésus est d’aimer son prochain comme soi-même. Caritas veut mettre ce message en pratique à Laâyoune et Dakhla, des endroits où les gens ont particulièrement besoin d’aide. J’ai été très heureuse de constater que Caritas est ouverte à tous. Certaines personnes imaginent l’église comme une congrégation de quelques-uns, fermée et difficile à comprendre, mais Caritas est tout le contraire. À Laâyoune, Caritas travaille avec une autre association marocaine locale : Sakia Al Hamra pour les Migrations et le Développement, qui aide à rassembler les plus défavorisés et joue un rôle important dans l’intégration des immigrés. Voir les autres pour ce qu’ils sont : des personnes, et démontrer que leur aide tentera d’atteindre ceux qui en ont

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Un voyage dans l’un des poumons de la solidarité et de la charité catholique

Mario LEÓN, OMI, en tant que préfet du Sahara et président de la préfecture apostolique Caritas, a visité diverses institutions de l’Église catholique en Allemagne du 12 au 20 mai. En particulier la ville d’Aix-la-Chapelle (Aachen), où il a rencontré des institutions qui tentent de réaliser le projet de Jésus depuis des décennies : MISEREOR, MISSIO et KINDERMISSIONSWERK. Les béatitudes de Jésus ne sont pas seulement une invitation à la pauvreté ou une simple promesse d’avenir. C’est un programme de changement de valeurs, une proclamation du début de la fin : plus de pauvres, plus de souffrance, plus de faim…. le Règne de Dieu est arrivé ! C’est pourquoi l’Église, depuis ses origines, lutte contre la pauvreté, la souffrance, la guerre, la faim et la maladie. C’est aussi pourquoi CARITAS naît dans chaque église, parce qu’elle fait partie de sa mission d’évangélisation. Ils sont le signe qui confirme notre prédication : Jésus est le Fils de Dieu, notre Sauveur, avec Lui le Règne de Dieu est arrivé ! Missio, Misereor et Kindermissionswerk sont des institutions ecclésiastiques allemandes qui contribuent à l’évangélisation : MISSIO dans le domaine de la pastorale, MISEREOR dans le domaine du développement et KINDERMISSIONSWERK dans le travail missionnaire avec les enfants. Nous leur avons présenté le travail que nous faisons dans notre église au Sahara.

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Convention entre Caritas et la Association Dakhla des Handicapés

L’association Dakhla pour les handicapés travaille dans la ville de Dakhla depuis 25 ans. Dès sa création, elle a maintenu un lien très profond avec l’Eglise catholique, toujours pour le bien des enfants ayant des difficultés diverses. Ils sont sans doute parmi les plus vulnérables de la ville de Dakhla. Depuis sa création, Église et Association ont collaboré à de nombreux projets. Aujourd’hui, avec le développement de Caritas dans notre église, le moment est venu de conclure et de signer un accord formel entre les deux institutions… tout cela pour le bien des plus pauvres et des plus démunis. Louons le Seigneur ! Mario Leon Dorado, Préfet Apostolique du Sahara et Président de la Préfecture Apostolique de Caritas et M. Mohamed Fadel SEMLALI, Président de l’association ont signé l’accord aujourd’hui, 5 mai.

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FÊTES AVEC DES ENFANTS À CARITAS

Chaque mois, Caritas Laayoune, en collaboration avec Saqia ElHamra, organise une fête pour les mères et les enfants en situation de vulnérabilité. Pour beaucoup d’entre eux, c’est le seul endroit où ils peuvent faire la fête, se réjouir, passer un moment tranquille et festif. Malheureusement, ils n’ont pas beaucoup d’espaces festifs. Notre ami Abdelkabir TAGHIA nous offre ces photos et ces quelques mots pour expliquer l’activité. dans le cadre des activités organisées par Caritas Laâyoune et l’Association Sakia El Hamra pour la migration et le développement (ASHMD), une activité spéciale destinée aux enfants et aux mères a été organisée le mercredi 9 avril 2025. Cet événement a constitué une occasion et un espace de joie pour les enfants de migrants et leurs mères vivant en situation de précarité. Il a également permis la distribution de quelques cadeaux et paniers alimentaire.

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TESTIMONIOS – Julián Llorente Díez

Testimonios de un servicio en El Aaiún y Dajla Julián Llorente Díez. Médico. Voluntario en Cáritas Prefectura Apostólica Hacer posible lo imposible Preocupado. Así me sentía desde hacía casi las dos semanas que llevaba en El Aaiún haciendo un voluntariado médico con Caritas. Todas las noches, cuando rezaba, le pedía a Dios lo mismo: que pudiera verle a través de las personas que se cruzaban en mi día a día. Y no pasaba. Pero Dios, en su infinita paciencia, me tenía reservado ese privilegio para un domingo. Esta fue la segunda vez que me topé cara a cara con el Señor en El Aaiún. Para ponernos en contexto, yo pasaba una consulta médica en un local de Cáritas. Allí iban pacientes que no podían permitirse pagar los medicamentos que los médicos les habían recetado o las derivaciones a otros especialistas o simplemente se sentían más seguros yendo allí. Era jueves y uno de los encargados del espacio de los niños, donde se pretende darles una cierta educación a los niños que no están escolarizados, me trajo a un niño. Tenía 5-6 años, no mucho más. Me lo traía porque le dolía mucho la muñeca y el responsable estaba preocupado por si se le podía haber roto algún hueso. Hablé con él. Noté en sus ojos lo que quería: que alguien le prestara atención unos minutos. Me dispuse a explorarle, le palpé e hice maniobras que me indicaron que no estaba roto. El responsable se tranquilizó. Pero el niño seguía con esa mirada. Fui a la sala donde teníamos la medicación, cogí crema y le di un masaje en la muñeca para calmarle el dolor. Cuando terminé, el niño salió corriendo de la consulta como un loco en busca de sus amigos, con una sonrisa que parecía imposible. Pero ese no fue el momento de encuentro con el Señor. El verdadero encuentro fue cuando, el domingo después de la misa, un niño se me acercó por la espalda corriendo en un desayuno que habían organizado para explicar el jubileo de la esperanza. El abrazo no llegó mucho más arriba de la rodilla. Cuando me giré a verle la cara, era él. El mismo niño que había atendido días antes. Me había reconocido. Estuvimos jugando un rato, pero volvió con su madre. Mientras yo conversaba con distintas personas, se me acercó de nuevo este niño con una sorpresa en su puño: un trozo de la galleta que estaba comiendo. Posiblemente fuese para él un tesoro. Me estaba dando parte de un tesoro. Y me invitó a probar el dulce que tanto placer le estaba dando al paladar. Repitió esta acción con todos los dulces que su madre le dejó probar. En ese primer compartir me di cuenta que Dios estaba en ese niño, que me devolvía en la ternura de un niño, en un trozo de su valiosa galleta, el cariño que yo le había dado. “Porque cuando tuve sed, me disteis de beber”. Y ambos, el niño y yo, teníamos sed de algo. Cuando haces de tu vida un instrumento de Dios y permites que Dios entre en tu vida y sea el centro, cuando le pones tu día a día en sus manos, hasta el más pequeño momento del día, Dios obra en ti. ¡Qué grande el Señor que nos ama y nos permite amar! Porque, a ese niño le hice posible lo imposible; haciendo él para mí posible lo que yo consideraba imposible. Pájaro multicolor De vuelta de la Asociación de Discapacitados de Dajla Semlali Mohamed Fadel, “Bouh”, da vida a la Asociación de Discapacitados de Dajla. Muy amigo de la comunidad de misioneros oblatos de la Inmaculada no pierde ocasión de invitar a los voluntarios de Cáritas a que conozcan la asociación. Y, cuando hay médicos, pide que se acerquen a pasar consulta: a regalar el tesoro del tiempo y la escucha. En los locales de la asociación todo rezuma limpieza, orden, profesionalidad, un cariño inmenso. Los rostros de los niños con discapacidad, más aún los de sus familias, revelan la importancia de mostrar amor, consideración, respeto. Julián Llorente, médico, comparte la huella que la visita le dejó en el alma: Son como pájaros. Los niños son como pájaros. Tienen la capacidad de volar a cualquier lugar del mundo, sin cansarse, sin un foco establecido. Son seres capaces de sorprender con la forma de su vuelo y el sonido que producen al chasquear su pico o golpearlo con la madera. Unos tienen pelaje pardo, son simples. Pero, el otro día me topé con unos pájaros muy coloridos, con un plumaje espléndido. No destacaban por su tamaño, sino por la variedad de tonalidades llamativas, que despertaron en mí cierta ternura. Desgraciadamente, los pájaros multicolor estaban enjaulados. Alguien los tenía custodiados en una jaula no muy grande. Había más de 10, pero no llegaban a 20. ¿Quién los había metido allí? No lo sé. ¿Estaban cuidados? Lo desconozco. Las intenciones que los hombres tuvieran con ellos no entraron en mi cabeza. Sólo sé que estaban enjaulados. Aunque los pájaros queden limitados en el espacio, pueden seguir volando. Aunque estén limitados, necesitan de amor. Y a eso me dediqué ese día: a darles amor con mis manos, con un abrazo, con una escucha activa de sus dolencias, con una exploración cuidadosa y un cariño enternecedor con todo lo que les rodeaba. Ya lo decía Santa Teresa de Calcuta: “Podemos curar las enfermedades físicas con la medicina, pero la única cura para la soledad, la desesperación y la falta de esperanza es el amor”. Y cuando atiendes a todos por igual, independiente de su plumaje, de su vuelo, de su alimentación o de su tamaño, consigues que los pájaros sientan ese amor. Los pájaros no me hablaban, pero yo conseguí entender de forma extraordinaria que esto era verdad: los pájaros salían de mi consulta piando de alegría. Y con eso, me basta. Cerrar una etapa Don de la gracia y compromiso misionero Así define el Papa Francisco la vocación: “un regalo

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TEMOIGNAGES – Julián Llorente Díez

Témoignages d’un service à Laâyoune et Dakhla Julián Llorente Díez. Médecin. Bénévole à Caritas Préfecture Apostolique Rendre l’impossible possible Inquiète. C’est ce que j’ai ressenti pendant près de deux semaines à Laâyoune, où je faisais du bénévolat médical avec Caritas. Chaque soir, lorsque je priais, je demandais à Dieu la même chose : que je puisse Le voir à travers les personnes que je rencontrais dans ma vie quotidienne. Et cela n’arrivait pas. Mais Dieu, dans son infinie patience, m’a réservé ce privilège un dimanche. C’était la deuxième fois que je me trouvais face à face avec le Seigneur à Laâyoune. Pour replacer les choses dans leur contexte, je fournissais des services de consultation médicale dans un centre de Caritas. Les patients s’y rendaient parce qu’ils n’avaient pas les moyens de payer les médicaments prescrits par les médecins ou d’être orientés vers d’autres spécialistes, ou tout simplement parce qu’ils s’y sentaient plus en sécurité. C’était un jeudi et l’une des personnes chargées de l’Espace Enfants, où l’on essaie de donner une certaine éducation aux enfants qui ne vont pas à l’école, m’a amené un garçon. Il avait 5-6 ans, pas beaucoup plus. Il me l’a amené parce qu’il avait très mal au poignet et que le responsable craignait qu’il ne se soit cassé un os. Je lui ai parlé. J’ai perçu dans ses yeux ce qu’il voulait : que quelqu’un lui accorde de l’attention pendant quelques minutes. Je suis allé l’explorer, je l’ai palpé et j’ai fait des manœuvres qui indiquaient qu’il n’était pas cassé. Le responsable s’est calmé. Mais le garçon avait toujours ce regard. Je suis allée dans la salle où nous avions les médicaments, j’ai pris de la crème et j’ai massé son poignet pour calmer la douleur. Quand j’ai eu fini, le garçon est sorti de la salle de consultation comme un fou à la recherche de ses amis, avec un sourire qui semblait impossible. Mais ce n’était pas le moment de la rencontre avec le Seigneur. La vraie rencontre, c’est quand, le dimanche après la messe, un petit garçon s’est précipité sur moi par derrière, lors d’un petit déjeuner organisé pour expliquer le Jubilé de l’Espérance. L’étreinte n’a pas dépassé le genou. Lorsque je me suis retourné pour regarder son visage, c’était lui. Le même garçon que j’avais servi quelques jours auparavant. Il m’avait reconnu. Nous avons joué un moment, mais il est retourné auprès de sa mère. Pendant que je parlais à d’autres personnes, ce garçon est revenu vers moi avec une surprise dans son poing : un morceau du biscuit qu’il était en train de manger. C’était probablement un trésor pour lui. Il me donnait une partie d’un trésor. Et il m’invitait à goûter la friandise qui donnait tant de plaisir à son palais. Il a répété ce geste avec toutes les friandises que sa mère lui faisait goûter. Dans ce premier partage, j’ai compris que Dieu était dans cet enfant, qu’il me rendait avec la tendresse d’un enfant, dans un morceau de son précieux biscuit, l’affection que je lui avais donnée. « Car lorsque j’ai eu soif, tu m’as donné à boire ». Et l’enfant et moi avions soif de quelque chose. Quand tu fais de ta vie un instrument de Dieu et que tu permets à Dieu d’entrer dans ta vie et d’en être le centre, quand tu remets ta vie quotidienne entre ses mains, même le plus petit moment de la journée, Dieu agit en toi. Comme il est grand le Seigneur qui nous aime et qui nous permet d’aimer ! Car à cet enfant, j’ai rendu possible l’impossible ; j’ai rendu possible ce que je croyais impossible. Oiseau multicolore Revenant de l’Association pour les handicapés de Dakhla. Semlali Mohamed Fadel, « Bouh », donne vie à l’Association pour les Handicapés de Dakhla. Ami proche de la communauté des Missionnaires Oblats de l’Immaculée, il ne manque jamais une occasion d’inviter les bénévoles de Caritas à faire connaissance avec l’association. Et quand il y a des médecins, il leur demande de venir rendre visite : un trésor de temps et d’écoute. Dans les locaux de l’association, tout respire la propreté, l’ordre, le professionnalisme et une immense affection. Les visages des enfants handicapés, et plus encore ceux de leurs familles, révèlent l’importance de l’amour, de la considération et du respect. Julián Llorente, médecin, nous fait part de l’impression que la visite a laissée dans son âme : Ils sont comme des oiseaux. Les enfants sont comme des oiseaux. Ils ont la capacité de voler partout dans le monde, sans se fatiguer, sans but précis. Ce sont des êtres capables de surprendre par la forme de leur vol et le bruit qu’ils font en claquant du bec ou en frappant du bois. Certains ont une fourrure brune, ils sont simples. Mais l’autre jour, j’ai rencontré des oiseaux très colorés, au plumage splendide. Ils ne se distinguaient pas par leur taille, mais par la variété de leurs teintes, qui ont éveillé en moi une certaine tendresse. Malheureusement, les oiseaux colorés étaient en cage. Quelqu’un les avait mis dans une cage pas très grande. Il y en avait plus de 10, mais pas plus de 20. Qui les a mis là ? Je ne sais pas qui les a mis là. Est-ce qu’ils les ont soignés ? Je ne sais pas. Je n’ai jamais pensé aux intentions de ces hommes à leur égard. Je sais seulement qu’ils étaient en cage. Même si les oiseaux sont limités dans l’espace, ils peuvent toujours voler. Même s’ils sont limités, ils ont besoin d’amour. Et c’est ce que j’ai fait ce jour-là : leur donner de l’amour avec mes mains, en les prenant dans mes bras, en écoutant activement leurs maux, en explorant attentivement et avec une tendre affection tout ce qui les entoure. Sainte Thérèse de Calcutta a dit : « Nous pouvons soigner les maladies physiques avec des médicaments, mais le seul remède à la solitude, au désespoir et à la désespérance, c’est l’amour. Et lorsque vous vous occupez de tout le monde de la même manière,

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